El verdadero músculo del Málaga CF

Mientras que otros clubes se empeñan en arrastrar su nombre, su escudo y su historia, en el Málaga, sus trabajadores sólo hacen lo posible por agrandar y hacer crecer la leyenda del malaguismo

La originalidad en las campañas de imagen que están realizando tocando la vena sensible del aficionado son un ejemplo de la capacidad que tiene el club para llegar al corazón del principal potencial que tiene la entidad: los malaguistas.

Ayer era precisamente José María Arrabal, secretario general de Deportes de la Junta de Andalucía y que ha trabajado en dos etapas distintas dentro del propio club (una de ellas como director de marketing y otra, como director del área de desarrollo y negocio), quien manifestaba que el principal músculo que posee el Málaga Club de Fútbol es su gente, su afición. Existen equipos que han llegado a cotas importantes dentro del fútbol nacional e internacional únicamente por la buena gestión de sus dirigentes aun teniendo nula masa social tras ellos y una alarmante falta de historia, incluso que no representan a una gran ciudad o provincia, léanse los casos de Villareal, Getafe o equipos como el Leganés o Girona. Atrás quedó aquello de ganar con el escudo, con la historia, el romanticismo en el fútbol tiene color blanco y negro, fichar por tener un nombre y muchos trofeos en las vitrinas ha pasado a mejor vida. Ahora se valora la gestión y los jureles que tengan en las cuentas bancarias, y en eso… ¡Qué mala suerte hemos tenido siempre los malaguistas!

La seriedad en los presidentes de las décadas previas a la reconversión del fútbol español a las sociedades anónimas deportivas y sus despilfarros y tras la llegada de las empresas privadas al balompié hemos padecido inversiones relativas con ánimos desorbitados por hacer caja. Dos ERE, el primero y el único club nacional que ha realizado dos ERE, en la historia. Aun así, los malaguistas somos blanquiazules en las malas, porque en las buenas se apunta todo el mundo.

La realidad del aficionado malaguista, la de los que nos hicieron sentir estos colores, nuestros abuelos y padres es otra muy distinta a la que hemos vivido estos últimos años en los que hemos acostumbrado el paladar a los platos de calidad, mientras que ellos se conformaban con el sufrimiento de ser un equipo ascensor, sufridor, vendedor y que cuando, en el mejor de los casos, parecía tener cierta estabilidad, algo pasaba para tener que vender todo y comenzar casi de cero. Ser malaguista debería contar para la vida laboral y tener derecho a una paga. «Por tantos años de malaguista le queda a usted una paguita del ‘X’ por ciento en la jubilación», aunque jubilarse del Málaga debería estar penado.

El malaguismo se aferra a la ilusión de ver a los suyos, a una camiseta verde y ‘morá’ que nunca llega, a un canterano que hace dos partidos buenos y al que ya ve en la Selección, a tres resultados consecutivos que nos lleven al ascenso o a Europa, a un fichaje random que en el mes de agosto parece Dios y en abril estamos suplicando que alguien se lo lleve de aquí porque nos ha salido más rana que Juan Carlos I. El malaguismo siempre acude a La Rosaleda a ver el mejor Málaga y, aunque salga pensando que ya no va más, 15 días después regresa a Martirícos con la misma ilusión de ver a su equipo desplegar un juego maravilloso. El malaguista de cuna hace colas para renovar su carnet a 40 grados sin conocer siquiera la plantilla que va a tener su equipo. El malaguista se cabrea cuando en la radio critican a uno de sus jugadores, pero es capaz de pitarle desde el minuto uno en el campo y luego decir que apoya a los suyos siempre. Somos así, blanquiazules, orgullosos de lo nuestro y sufridores por castigo… pero qué bonito es ser del Málaga, carajo.

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