La vida en un tablero

Hoy ha sido un día duro. Bastante. Un gran amigo y mejor maestro nos ha dejado repentinamente por Estepona. Su librillo era el ajedrez, y se ha ido con este maravilloso deporte bajo el brazo, como no podía ser de otra forma. Un 5 de octubre, curioso, el Día del Docente. Gracias a Miguel Abril puedo decir con orgullo que jugar al ajedrez es de las mejores cosas que he hecho a lo largo de mi vida. Gracias, Miguel.

Más de 30 años dirigiendo el Club Ajedrez Estepona, día a día, con cientos de alumnos, varias generaciones y una metodología que, si bien no buscaba la excelencia y profesionalidad ajedrecística, formaba buenas personas. Doy fe de ello. Una sonrisa de oreja a oreja, retos diarios para fomentar el pensamiento y multitud de torneos callejeros (de día y de noche) para llevar este bendito juego a cualquier rincón del pueblo.

Y, en lo que al ajedrez respecta, todos en Málaga hablaban de Estepona… y no solo por los grandes resultados. Miguel, entre tantísimos alumnos a lo largo de su carrera, nos tenía un especial cariño a mis amigos y a mí, pero nada comparado con el que yo le guardaré el resto de mi vida. Porque nos enseñó que, más allá de la importancia de ganar, se encuentra el saber estar, el respeto hacia los demás y, sobre todo, la felicidad.

Me toca revivir una pesadilla de hace cuatro años con mi padre. Para más inri, Miguel acababa de jubilarse hace un mes, había colocado sus piezas para dejárselas en herencia al siguiente encargado de una escuela tan bonita. Parecía destinado a no poder vivir sin aquello a lo que ha estado ligado durante tanto tiempo. Maldita vida, y es que ya lo decía Miguel: «El ajedrez es bonito y difícil… como la vida misma». Y tenía razón, ahora lo entiendo. Siempre te recordaremos, Miguel. Nunca olvidaré tu mejor consejo, levantar la mirada cuando la partida esté aturullada, respirar y seguir. Y cuidado, porque pieza tocada…

Un comentario en «<i>La vida en un tablero</i>»

  • el octubre 6, 2023 a las 10:06 am
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    Al igual que mi hermano, yo tambien tuve una relacion extensa con Miguel. Fue muy buen profesor no solo de ajedrez sino tambien un muy buen educador, siempre desde una posicion de igual a igual con sus alumnos, enseñandonos valores y motivandonos a trabajar y mejorar. Eso acabo haciendo que todos los que pasamos por el club nos ibamos no solo habiendo disfrutado de un deporte bonito, tambien nos llevabamos su amistad. Aunque me mude fuera de Estepona, siempre que nos veiamos nos saludabamos amigablemente porque lo todo lo que nos unia eran buenos recuerdos. Pero ante todo, siempre se paraba a hablar por su bondad y su cariño. Siempre recordare con alegria la buena amistad y camaraderia que acabo teniendo con mis padres y sobre todo con mi padre en sus ultimos años de vida a raiz del grupito de amigos de mi hermano pequeño Pablo. Por todo esto, siempre recordare a Miguel mas que nada como un gran amigo que tambien se ha ido demasiado pronto, no sin dejarnos su impronta en nuestros corazones. «El ajedrez es bonito y dificil, como la vida misma».

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