Para tener los mejores deportistas, primero hay que apostar por ellos

Los Juegos de Tokio volvieron a evidenciar, una vez más, que el deporte español tiene mucha calidad, pero está falto de apoyo social y económico

Finalizaron los Juegos Olímpico y es el momento de hacer balance de la delegación española. Otro ciclo olímpico que acaba como el resto; desde Barcelona 92, es decir: «gran trabajo, pero mostrando que se podría haber hecho mucho más«. Es la dinámica que lleva este país en este siglo XXI, llevamos grandes deportistas y hacemos buenos papeles, pero en muchos casos no es suficiente para traducirlas en éxitos. Las primeras treinta veces pueden ser mala suerte, sin embargo cuando es una tras otra es imposible no pensar si es que en nuestro país natal no se hacen las cosas como se deberían.

Ejemplos como el atletismo, la natación o el ciclismo han dejado entrever la idea de deportistas que han batido marcas personales en sus respectivas disciplinas sin llegar a conseguir un botín mayor. Nuestros atletas españoles han hecho una de las mejores actuaciones en JJ.OO que se recuerdan a la delegación española; sin embargo esto solo se ha traducido en una medalla (la plata de Ana Peleteiro). Asier en 110 metros vallas, Katir en los 5.000 metros o Mechal en 1.500 metros han realizado cronos de autentica locura pero ninguna suficiente para atribuir un metal a la delegación española. Pero entonces ¿Cuál es el problema?

Creo que la respuestas la sabemos todos pero muchas veces nos la guardamos por el simple hecho de que es algo evidente. Debemos partir de la base de que en España no tenemos nada que envidiar en cuanto a nivel de deportistas a otras grande potencias como EE.UU, China o Japón (dominadoras de estos Juegos). Si tenemos claro que el nivel deportivo lo tenemos; el problema se basa en una simple, pero a la vez compleja palabra: confianza. Es una realidad, las grandes potencias deportivas tienen un gran amor por sus deportistas; en cambio nosotros solo nos apetece verlos cuando llega el momento de los Juegos.

Me jugaría un brazo – y no lo perdería- a que más del 80% de espectadores españoles que vieron el oro de Alberto Ginés hace dos días, no sabían ni que practicaba; o  cuantas personas que vieron como Ana Peleteiro subía al podium, habían visto a la joven saltadora realizar una campeonato de tal magnitud;  incluso una leyenda de la kata como Quintero ha tenido que esperar unos Juego para que se le reconozca como es debido. Afirmaciones como esta demuestran el poco apoyo que le damos a los nuestros. Con el fin de Tokio llegarán otros tres años –hasta París-, donde no querremos saber nada de estos deportistas hasta que llegue 2024 y le exijamos una medalla en unas condiciones que desconoceremos; y ahí volveremos al problema inicial. Un circulo vicioso que no cesa y que cada año deja más en evidencia la problemática de nuestro país.

No todo el problema viene del apoyo social. El apoyo económico que reciben los deportes – que no son el fútbol o el baloncesto- son escaso a día de hoy, y cada vez esos ingresos a deportes como el atletismo o la natación van en clara regresión. Las razones están ahí: marcas personales de muchos de nuestros deportistas que han llegado en el territorio internacional, en una condiciones muy aptas para competir y con el mejor rédito. Imaginemos el nivel al que llegaría nuestros deportistas si tuvieran las infraestructuras de países como EE.UU o China, para competir durante el ciclo olímpico.

En París 2024 llegará otra oportunidad para España de conseguir romper el techo de esas 22 medallas conseguida en los Juego de Barcelona 92. Ante nosotros el ciclo olímpico más corto de la historia, pero cargados de ilusión para poder ser la potencia mundial que España tiene que llegar a ser. Sin embargo, para que eso pueda ocurrir tenemos que empezar a darle nuestro apoyo a todos esos deportistas que día a día se machacan para conseguir un sueño olímpico en unas infraestructura muy inferiores a la de otros países a las que intentamos equipararnos. El talento lo tenemos -de sobra-, pero el apoyo es igual o más importante para unos deportistas que solo quieren hacer sentir orgullosos a un país entero.

 

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