Fútbol, Superliga y un popurrí de mentiras

La Superliga lo está paralizando todo. Absolutamente todo, incluso la vida política. Hay mucho en juego, sí. Pero no debería ser así por el fútbol, especialmente en un estado de alarma como en el que aún nos encontramos debido al COVID-19. El coronavirus, eso que a algunos todavía se les olvida. Realmente es exasperante la burbuja en la que los Florentino Pérez de turno se encuentran. Esto no va de defender a LaLiga, ni a la UEFA. Ni mucho menos. Y no voy a ser yo quien defienda a una persona tan ligada a los movimientos fascistas como Javier Tebas, ni a la organización europea, antes llevada por el mayor corrupto de los últimos años, Michel Platini, que bien se encargó de evitar que el Málaga siguiera paseándose por Europa.

Esto va de fútbol, competición, gestión y deporte. El cinismo con el que trata todo Florentino Pérez es insultante. Ayer ya estuvo en su chiringuito mediático, un día después de que Pedrerol le retara a una entrevista. ¡Como si no la tuvieran pactada ya desde el sábado que explotó todo! Y, entre otras cosas, se proclamó el mesías del fútbol, el fundador de la competición que va a permitir «salvar» el deporte rey. Su ‘deporte’. Porque se han adueñado de él. Pero ojo, no solo eso, lo que llegó a argumentar es la siguiente cuestión: ¿cómo puede ser que un equipo -el Levante, por ejemplo- genere ingresos actualmente y el Barcelona no? Esa es la gran mentira de todo este esperpento, que se hace para «salvar» -una palabra que utiliza mucho- la economía de los clubes que realmente manejan el cotarro a nivel mundial. ¿No será que el Levante, con sus notables limitaciones, ha hecho un trabajo de gestión excelente para conseguir su objetivo, mientras que Bartomeu ha arruinado a los de la Ciudad Condal?

Una tomadura de pelo constante y un egoísmo recalcitrante. La excusa, que este sistema económico de fútbol no se mantiene, aunque lo extraño sería que lo hiciera en un mundo donde Haaland se atreve a pedir 35 millones netos por temporada porque sabe que se lo van a dar y que el fin justifica los medios para fichar a Mbappé. Pero claro, el problema es de los equipos pequeños por hacer sus cuentas y conseguir beneficios en momentos duros por amarrarse el cinturón, una expresión que los grandes no conocen. O por ir apagando luces en La Rosaleda, como señala el bueno de José María Muñoz. Como cuando decían que subir el salario mínimo de 600 a 950 euros iba a romper la economía del país y, de momento, sigo esperando esa quiebra. Solo conocen el despilfarro y razonan la millonada estratosférica que van a recibir por la Superliga en base a que «no hay transparencia» en la UEFA. Y lo dice Florentino. Suena hasta cómico. Tiene mucha relación con la política. De hecho, todo es política. Recuerda a lo de «España nos roba» de un sector del independentismo catalán.

Para los padres fundadores de esta competición, no solo sus bolsillos ganan, que por supuesto, sino también el fútbol porque ver a equipos medianos o pequeños jugar contra los grandes es «aburrido». Claro, es normal que lo piensen. Debe ser complicado malgastar cientos de millones de euros en fichajes todos los años y que el Alcoyano llegue y te pinte la cara. O que el Athletic le birle una Supercopa al Barcelona. O que cada dos por tres el Atlético pinche con un equipo de mucha menor entidad. Mejor que se junten entre los grandes y así, si pierden, tendrán excusa sencilla para justificarse. Han controlado todo y ahora la diferencia es que quieren controlar también las arcas. Entre todos se han encargado en los últimos años de aumentar la brecha económica y, por tanto, de nivel entre grandes y pequeños, algo que ahora usan para consentir y explicar la creación de una liga entre mimados y elitistas con poder.

Nunca van a saber lo que es disputarse las migajas. Por eso mismo, este Málaga es el que más me ilusiona desde el paso por la Champions League porque, tras tocar fondo en la ‘era Al-Thani’, está sobreviviendo, rozando la épica y ganándose las habichuelas a base de trabajo. Sin regalos de nadie y con muchos «huevos», en su sentido gastronómico. Se llama jugar en base a las reglas, ser legal y pensar en los más pequeños, que son parte fundamental en los cimientos de este bello deporte. Para ellos la Superliga, yo me quedo con el fútbol de siempre en La Rosaleda.

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