Valverde, la leyenda que me hizo llorar

Desde que tengo uso de razón, he llorado pocas veces con el deporte. Las lágrimas que más he derramado tienen nombre, apellidos y tienen que ver con unos niños que sueñan con ser futbolistas en el club más modesto del mundo. En el deporte profesional, únicamente en dos ocasiones he llorado: una fue en el Mundial de Sudáfrica y la otra, en 2018 con la victoria de Alejandro Valverde en el Mundial de Ruta.

Estaba en directo, en el estudio de SportDirect Radio y narrando la llegada de aquel sprint eterno y la emoción se alojó tanto en mí que narré aquel triunfo con lágrimas en los ojos. Era el punto culminante de la carrera de un corredor excepcional, de un deportista excepcional que, además, es cercano, amable y atento. ‘El Bala’ está hecho de la pasta de los campeones, de la humildad de los triunfadores y de esa magia que levanta pasiones.

Hoy, mientras escribo estos cuatro renglones torcidos, disfruto de su última carrera. Está en Italia intentando hacer lo que tantas veces hizo, más de 100, ganar. Su extensa carrera no es suficientemente valorada en nuestro país porque nunca ha ganado un Tour. Pero los que amamos el ciclismo sabemos de que tipo de estrella estamos hablando, sabemos que ocupa un importante trozo de la historia ciclista de todos los tiempos y sabemos que costará trabajo sustituirle. Con Alejandro se va la emoción de las llegadas en cuesta, el jefe que devolvía las Ardenas a España por primavera, el ciclismo espectáculo y el belga más murciano que ha conocido el deporte de las dos ruedas.

Alejandro entrenaba con su grupeta en Murcia. Ciclistas amateurs que le esperaban a la salida de su casa para poder entrenar con un campeón del mundo, alejado del glamour de otros ciclistas con los que compartió carreras y con los que luchó en la carretera su foco era otro. Su sueño era otro, uno al que los españoles no estamos acostumbrados: el arcoiris.

Aquella tarde, la de Innsbruck, mis lagrimas empezaron a despedir al deportista para abrir las puertas del olimpo al héroe. Verle portar el maillot de campeón mundial me dio un respiro, era como si hubiera cubierto un objetivo personal sin ser yo el que diera pedales, pero es lo que tiene tener tanta admiración por un deportista que terminas haciendo suyos sus triunfos y sus derrotas. No lloré nunca cuando perdía comba en las cumbres del Tour o de La Vuelta, pero si sufría porque se lo que cuesta prepararse para alcanzar un objetivo y no poder lograrlo, aprender a sufrir aunque no llegue el éxito es tan humano como disfrutar con la victoria, pero en este país parece que no ganar es perder. Se puede ganar y ser un perdedor, y se puede perder y ser el mayor de los campeones.

Hoy se retira mi deportista favorito y os podría contar varias anécdotas que he vivido con él y que reflejan su calidad humana, pero permitidme que me las guarde para mí y para los que las compartieron conmigo. Toca quedarse con el recuerdo de sus gestas deportivas y con la añoranza de sus éxitos profesionales, queda seguir soñando con las victorias de los nuestros y aprender de un grande como Don Alejandro Valverde, leyenda, héroe de los que amamos las batallas deportivas. Valoramos el esfuerzo y creemos en el trabajo y la inspiración humana. Gracias, Bala, gracias siempre por todo.

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