Hasta siempre, míster
Con lagrimas en los ojos escribo este texto, que es un «hasta siempre» para una persona muy especial. Se ha marchado Pepe, pero siempre estará en mí. Le dije una vez que sentía envidia de tantos y tantos jugadores que pasaron por sus manos, porque era un pozo de sabiduría deportiva y de vida. Le he llamado muchas veces para que me aconsejase sobre cómo tratar este o aquel tema complicado dentro del fútbol porque era una especie de entrenador de cabecera. Resoplo al recordar la de veces que hablamos de fútbol sin tapujos. Sin paños calientes. Veía tan claro todo que nunca le pude debatir ni una sola de sus opiniones, me convencía su calma y su voz de experimentado conocedor del deporte. No hace mucho hablé con él, el Día de la Madre. Tiene una mujer igual de especial que él a la que amaba con locura y una familia preciosa con unos hijos que deben estar muy orgullosos de un padre así.
A mi me quedan para siempre los pasajes que compartimos. Nunca pude ir a pescar contigo, Pepe, eso me lo debes. A cambio me acordaré siempre de ti, pero me faltarán tus comentarios de sabio de los banquillos. Los que te conocemos y te apreciamos no te olvidaremos nunca. Mi hija, Carmen, me ha visto llorar y abrazada me ha preguntado qué me pasaba y le he tenido que explicar que te has ido al cielo de los hombres buenos y que estaba triste porque te apreciaba mucho. Espero que lo entienda, pero hay personas a los que no se le puede decir adiós porque siempre estarán con nosotros. Hasta siempre, míster.