El Málaga CF acaba de cerrar una de las peores campañas de su historia y parece que no pasa nada. La excusa del dinero, la típica frase de «esto es el Málaga», o la más que famosa «somos un equipo sufridor», siguen sirviéndoles de excusa a nuestros dirigentes, tapando así las vergüenzas de una campaña que acaba con el ‘casi’ descenso del equipo a la tercera división del fútbol español.

Dichas expresiones, que por cierto, siempre aparecen al final de cada temporada, también sirven para su filial. Algunos siguen creyendo que el único objetivo del Atlético Malagueño es el de nutrir jugadores al primer equipo, cuando después son los primeros en advertir del salto que les supone a estos mismos cuando pueden dar el paso. El caso es que siempre hay una excusa. Algunas de ellas, por no decir todas, pueden tener sus fundamentos, pero cada vez tienen menos aceptación entre unos pocos que empezamos a demandar un salto que no llega.

Si algo tienen Manolo Gaspar y Duda es amor y compromiso por ese escudo. Creo que nadie tiene dudas de ello. Lo que sí sorprende es que ninguno de los dos se haya mostrado autocrítico con la pésima temporada que se ha hecho. El primero ni ha aparecido, dándole una naturalidad preocupante a un hecho que debería ser circunstancial en una entidad como esta, aún más, conociendo las herramientas con las que disponía (uno de los equipos con mayor límite salarial de la categoría) y viendo el comportamiento que han tenido ciertos ‘profesionales’ que venían bajo su brazo. Por su parte, el máximo responsable de la academia, ha calificado como sobresaliente la campaña de sus equipos, en las que Atlético Malagueño y Juvenil no han cumplido sus objetivos.

Desde hace tiempo, el Málaga CF ha vuelto a convertirse en aquello que nos contaban nuestros abuelos. Ese Málaga «sufridor» que a penas podía permitirse el lujo de soñar con cotas más altas, algo que siempre les ha venido bien a los que mandaban para tranquilizar a una afición acostumbrada a la mediocridad, y que desgraciadamente, siempre ha sido incapaz de corregir. Evidentemente estas situaciones no son culpa del aficionado, ni mucho menos, pero es una realidad que durante los años se ha conseguido instaurar esta aceptación entre el malaguismo por parte de ciertas personas que han salvado su silla dentro de la entidad.

Esperemos que esa reprimenda final tras el partido contra el Burgos sirva para algo. El club, que sigue pasando una etapa compleja, no puede volver a celebrar una permanencia en Segunda División, ni puede contentarse con tener al filial en la quinta categoría. Por mucho que nos cuenten de que «esto es el Málaga», no podemos aceptarlo. La ciudad, el club y todo lo que le rodea ha crecido durante estos años, y merece un equipo a su altura. Basta de mediocridad. Se acabaron las excusas. Tiremos por la borda todos esos tópicos que nos han estancado hasta el punto de llevarnos hasta esta situación. Seamos al fin exigentes. Es fácil decirlo detrás de un ordenador y sentado en una silla, pero es hora de que despertemos antes de que sea demasiado tarde.

Ignacio Pérez

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