El fútbol tiene muy poca memoria. Es uno de esos tópicos que van adheridos al deporte del balompié y que no dejan de ser solo palabras que, pese a que se cumplen en un número indeterminado de veces, se las acaba llevando el viento en otras tantas ocasiones. Antonio Hidalgo dejó en el Málaga CF una impronta que nadie podrá borrar, pero no podemos olvidar tampoco que decidió cambiar de equipo y quedarse en segunda división ante una oferta, llamémosle más interesante, del Real Zaragoza en lugar de disfrutar con el equipo costasoleño en la máxima categoría. Ahí acabó su malaguismo.
No voy a poner en tela de juicio la profesionalidad del ahora entrenador del Sabadell, ya que aquí dio muchas muestras de ser un gran trabajador, pero eso no le da autoridad ninguna para ir dando lecciones de malaguismo, ni siquiera para usarlo como imagen del malaguismo. Me importa un comino que en SportDirect Radio llegara a decir que tiene amor a los colores malaguistas, me importa que diga que esta es su casa, quiero acciones y aunque pidiera perdón, lo que hizo ayer no se le hace a ninguna entidad a la que se le tenga aprecio. Lo que debió hacer Hidalgo es callar, besar el suelo que pisaba, que si es un símbolo verdadero de malaguismo y salir del estadio como un señor. Estoy seguro de que si hubiera sacado algo positivo no hubiera tenido esas feas palabras hacia nuestro técnico y por ende hacia nuestro club. A las personas se nos ve en los momentos importantes, y al ex del Málaga se le vio el cartón en la derrota… ¡Cómo hubiera cambiado todo de haber ganado!
Aún así, le honra haberse hecho responsable de lo ocurrido al término del encuentro, pero no quita que manchó una imagen que no corresponde a un profesional y a alguien que le debe mucho al Málaga y a la afición. Estaba ya preparado el regalo de la camiseta con el número ‘8’ (curiosamente el que portaba el jugador que le dio la puntilla el domingo en La Rosaleda) y el club volvió a estar por encima de la poca clase que el entrenador evidenció a la conclusión del compromiso liguero y le hizo entrega de la misma. Puedo parecer muy duro, pero hay miles de personas que merecerían más ese regalo que un ex jugador que dejó al Málaga CF por los euros maños, que sacó de sus casillas al siempre educado y sobrio Sergio Pellicer tras perder su partido en el estadio al que debe mucho de lo que ha sido como jugador.
No sé si algún día los caminos del Málaga y de Hidalgo se cruzarán, porque en el fútbol se ve de todo, pero no quiero a alguien así para mi equipo. No representa unos valores que deberían de ser otros, ¿verdad?
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