Vicandi, el juez que imparte injusticia y al que obligaron a sonreír

Es reincidente lo del trencilla de portugalete con el Málaga Club de Fútbol. Su incapacidad de estar a la altura de los partidos que le asigna el Comité Arbitral se pone de manifiesto cada jornada. La lía también cuando está en el VAR y la gran mayoría de equipos de LaLiga no quieren ni oír hablar de él.

Ya fue descendido de categoría el mismo año en el que la formó en un partido del club malaguista ante el Villareal por su manifiesta incapacidad laboral. Es por eso que, probablemente, al Málaga le tenga más inquina que al resto. Aquel día de la expulsión inventada, del gol anulado erróneamente y del penalti en contra de Rosales que sólo vio él y un señor de Castellón que pasaba por allí, firmó su descenso a Segunda y desde entonces parece que nos la tiene jurada.

Son tantas liadas que ya no es de extrañar que uno, aunque no quiera, piense mal de alguien que debe administrar justicia y lo que hace es todo lo contrario. 

Es tan nefasto que, en su corta etapa en primera, el Comité le aconsejó que sonriera cuando aplicaba el reglamento o mostraba una tarjeta porque usaba un tono amenazador que enfadaba a todos. Pues el árbitro lo llevó a rajatabla hasta el punto de estar señalando un penalti o una expulsión y sonreír, a lo Joker, algo que hacía que los protagonistas en torno a la jugada se volvieran locos de impotencia ante lo que parecía un gesto de desprecio y que el aficionado acabase entendiendo que quería hacer daño e incluso disfrutaba con ello, estábamos ante el primer espécimen conocido de sadomasoquista arbitral.

Con el tiempo ya no necesita taparse. Sabe que su carrera profesional acabó tras su descenso, probablemente ese día en el Madrigal, y va a los partidos como el funcionario no vocacional va a la oficina que pica al entrar y se sienta delante de un ordenador con menos ilusión que un huérfano el día del padre. Así pasan las cosas que pasan. Ha aprendido que no es complicado fastidiar a un equipo sin que se note mucho, de ahí sus arbitrajes sibilinos. Una amarilla por aquí no señalada, una faltita al borde del área que me como o que señalo dependiendo de lo que interese… Un levanta la bandera que a mí me da la risa. No mires al VAR que lo permite la normativa. Esos son ahora los arbitrajes de Vicandi. Una manera de impartir justicia más sibilina que antes, se le nota menos porque no necesita liarlas como en aquel partido ante el Villarreal, sabe taparse más y ha aprendido a que desde su silbato puede fastidiar y casi ni se note. Pero todos saben desde que es designado que o se hace un partidazo o no se gana ni con la ayuda de Fray Leopoldo de Alpandeire.

Las mamarrachadas del árbitro al que obligaron a sonreír y suele entrar al funeral contando un chiste son para que no vuelva a dirigir ni un partido de solteros contra casados, pero le seguirán tapando las vergüenzas los mismos que le aconsejaron que se hiciera el gracioso mientras la liaba. Este es el mundo arbitral en nuestro país, no hay más.

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